Por qué la ciencia estudia el vínculo entre el microbioma intestinal y el síndrome fatiga crónica
El síndrome de fatiga crónica, también conocido como encefalomielitis miálgica. Causa fatiga extrema que dura al menos seis meses. Los síntomas empeoran con la actividad física o mental, pero no mejoran por completo con el descanso.
Aunque aún no están claras cuáles son las causas del síndrome de fatiga crónica, ya se han descubierto diferencias en el microbioma intestinal de las personas que lo padecen en comparación con los controles sanos.
Dos estudios que fueron publicados en la revista Cell Host & Microbe y fueron financiados por los Institutos Nacionales de la Salud sumaron pruebas que relacionan las alteraciones del microbioma intestinal, el conjunto de bacterias, virus y hongos que viven en nuestro sistema gastrointestinal, con el síndrome de fatiga crónica.
“El microbioma se ha revelado como un posible factor que contribuye al síndrome. Estos hallazgos proporcionan una visión única del papel que desempeña el microbioma en la enfermedad y sugieren que ciertas diferencias en los microbios intestinales podrían servir como biomarcadores”, dijo la doctora Vicky Whittemore, directora del programa del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Ataques Cerebrovasculares (NINDS) de los NIH.
El síndrome es una enfermedad grave, crónica y debilitante que se caracteriza por una serie de síntomas como malestar post-esfuerzo, trastornos del sueño, dificultades cognitivas, dolor y problemas gastrointestinales. Aún no existen tratamientos que hayan demostrado sólidamente eficacia y seguridad.
En uno de los estudios, publicado en febrero último, el doctor Brent L. Williams, de la Facultad de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, en Nueva York, y sus colaboradores analizaron la composición genética de las bacterias intestinales en muestras fecales recogidas de una cohorte geográficamente diversa de 106 personas con fatiga crónica y 91 controles sanos.
Descubrieron que las personas con el síndrome tenían niveles anormalmente bajos de varias especies bacterianas en comparación con los controles sanos, entre ellas Faecalibacterium prausnitzii (F. prausnitzii) y Eubacterium rectale. Estas bacterias beneficiosas para la salud producen un ácido graso de cadena corta llamado butirato, un metabolito bacteriano, o subproducto, que desempeña un papel importante en el mantenimiento de la salud intestinal. Una bacteria productora de acetato también se redujo en muestras obtenidas de personas con el trastorno.
Análisis metabolómicos más detallados confirmaron que la reducción de estas bacterias estaba asociada a una menor producción de butirato en los pacientes. El butirato es la principal fuente de energía para las células que recubren el intestino, proporcionando hasta el 70% de sus necesidades energéticas, el apoyo para el sistema inmunológico intestinal, y la protección contra las enfermedades del tracto digestivo. El butirato, el triptófano y otros metabolitos detectados en la sangre son importantes para regular las funciones inmunitarias, metabólicas y endocrinas.
El grupo del doctor Williams también informó de que la abundancia de F. prausnitzii estaba inversamente asociada a la gravedad de la fatiga, lo que sugiere una posible relación entre las bacterias intestinales y los síntomas de la enfermedad. Pero reconocieron que aún no se sabe bien si las diferencias en el microbioma son parte de las causas o de las consecuencias del síndrome de fatiga crónica.
En el otro estudio, también del mismo mes, realizado en el Laboratorio Jackson de Farmington, Connecticut, Julia Oh, y Derya Unutmaz, estudiaron las anomalías del microbioma en distintas fases del síndrome. Recogieron y analizaron datos clínicos, muestras fecales y muestras de sangre de 149 personas con fatiga crónicas que habían sido diagnosticadas en los cuatro años anteriores (74 a corto plazo) o que habían sido diagnosticadas hacía más de 10 años (75 a largo plazo) y 79 controles sanos.
Los resultados mostraron que el grupo a corto plazo tenía menos diversidad microbiana, mientras que el grupo a largo plazo estableció un microbioma intestinal estable, pero individualizado, similar al de los controles sanos. Hallaron niveles más bajos de varias especies productoras de butirato, entre ellas F. prausnitzii, especialmente en los participantes a corto plazo. También hubo una reducción de las especies asociadas con el metabolismo del triptófano en todos los participantes con el síndrome en comparación con los controles.
La investigación ha recibido fondos limitados para avanzar en el desarrollo de tratamientos. Mientras tanto, otras dos científicas han adoptado un camino diferente y polémico. Viven en los Estados Unidos y tienen el síndrome de fatiga crónica. Una de ellas, Tamara Romanuk experimentó una remisión de corto plazo en los síntomas tras tomar los antibióticos prescritos para tratar otra infección. Se unió a Tess Falor, ingeniera con un doctorado, que había pasado por una experiencia similar. Crearon un proyecto para investigar la experiencia como “Remission Biome”.
Tras decenas de entrevistas con expertos científicos, Falor y Romanuk formularon una hipótesis, aunque aún no han pubicado resultados de ensayos clínicos. Una infección viral inicial desreguló su sistema inmunitario, lo que provocó algunos de sus síntomas. Pero modificar el propio sistema inmunitario es difícil. En su lugar, Falor y Romanuk se centraron en la microbiota intestinal —trillones de bacterias, virus y hongos comensales—, que se ha demostrado que regula aspectos del sistema inmunitario en todo el cuerpo y el cerebro.
Gracias a una subvención concedida por el Fondo Filantrópico Balvi, dirigido por el cofundador de Ethereum Vitalik Buterin, el equipo de RemissionBiome pretende realizar un ensayo más riguroso con docenas de participantes. El equipo no hará público el protocolo hasta estar seguros de que es seguro.
Sin embargo, Linda Tannenbaum, científica clínica que fundó la fundación sin ánimo de lucro Open Medicine Foundation para ayudar a financiar la investigación de enfermedades como fatiga crónica y el Covid prolongado (que son las secuelas del COVID-19) , calificó -al ser consultada por el diario The Guardian- a esos ensayos de “ridículos”.
Afirma que los investigadores que están detrás de los nuevos estudios están “retomando viejas investigaciones e información antigua” y que “si echaran un vistazo a lo que hay ahí fuera y estudiaran realmente la información de la literatura, verían que eso es perjudicial para los pacientes y no útil”. Estos tratamientos se reducen a la idea de que los síntomas asociados a estas enfermedades complejas no son reales, ignorando el conjunto de pruebas que las relacionan con infecciones virales.