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En el inhóspito desierto interior de la Patagonia argentina hay una cueva remota decorada con casi 900 pinturas de figuras humanas, animales y diseños abstractos. Hasta hace poco, los arqueólogos suponían que el arte rupestre de este yacimiento, conocido como Cueva Huenul 1, en Neuquén, Argentina, se había creado en los últimos miles de años.
Pero en un artículo publicado en febrero en la revista Science Advances, los arqueólogos afirman que uno de los motivos más misteriosos de la cueva, un dibujo en forma de peine, apareció por primera vez hace unos 8200 años, lo que lo convierte, con diferencia, en el ejemplo más antiguo conocido de arte rupestre en uno de los últimos lugares de la Tierra en los que se asentó nuestra especie.
Los artistas rupestres siguieron dibujando el mismo diseño en forma de peine con pigmento negro durante miles de años, una época en la que prácticamente no hubo otra actividad humana en el yacimiento. El arte rupestre ofrece una visión poco frecuente de una cultura que podría haber confiado en este diseño para transmitir información valiosa de una generación a otra durante un periodo de cambios en el clima.
“Recibimos los resultados y nos quedamos muy sorprendidos”, dijo Guadalupe Romero Villanueva, autora del estudio y arqueóloga del CONICET y del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano de Buenos Aires. “Fue un shock y tuvimos que replantearnos algunas cosas”.
Los humanos no llegaron a la Patagonia, que se extiende por el extremo sur de Sudamérica, sino hasta hace unos 12.000 años. Estos primeros habitantes prosperaron en la Cueva Huenul 1 durante generaciones, dejando signos de haberla habitado. Después, hace unos 10.000 años, la zona se volvió más árida y hostil como consecuencia de las alteraciones en el clima.
El registro arqueológico de la cueva también se secó durante los siguientes miles de años, lo que sugiere que el yacimiento fue abandonado en gran parte debido a las presiones medioambientales. Los motivos de los peines coinciden con este largo periodo de penurias, según Romero Villanueva y sus colegas, quienes identificaron la antigüedad de las pinturas mediante datación por radiocarbono.
El equipo también descubrió que la pintura negra se hizo probablemente con madera carbonizada, quizá de arbustos o cactus quemados.
Si bien las edades resultaban de interés, para los científicos era “más significativo que abarquen, más o menos, 3000 años de pintar básicamente el mismo motivo durante todo este tiempo”, dijo Ramiro Barberena, autor del estudio y arqueólogo también del CONICET en Argentina, así como de la Universidad Católica de Temuco en Chile.
Añadió que esto era una prueba “de la continuidad en la transmisión de información en estas sociedades tan pequeñas” y tan móviles. Aunque el significado del motivo del peine se ha perdido en el tiempo, los investigadores especulan que podría haber ayudado a preservar la memoria colectiva y las tradiciones orales de los pueblos que soportaron este periodo inusualmente cálido y seco.
Según Barberena, las relaciones entre los antiguos grupos humanos que desarrollaron y compartieron este tipo de arte rupestre podrían haber aumentado las probabilidades de supervivencia en este difícil entorno. Andrés Troncoso, arqueólogo del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile que no participó en la investigación, se mostró de acuerdo con esta interpretación. El trabajo constituye un aporte “a la discusión sobre cómo los humanos han afrontado los cambios climáticos en el pasado”, dijo.
Aunque es probable que la finalidad del motivo del peine siga siendo un misterio, su persistente presencia en la cueva abre una nueva ventana a los pueblos prehistóricos de la Patagonia.
Romero Villanueva dijo que no podía evitar pensar en aquellos individuos, y añadió: “Estaban en el mismo lugar, admirando el mismo paisaje; la gente que vivía aquí, quizá familias, se reunían aquí por aspectos sociales. Es muy emotivo para nosotros”.
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