Aprovechar nuestras emociones

Columna especial 28 de abril de 2023 Por Redacción
Miedo, alegría, tristeza, asco, enojo, sorpresa, pueden variar según múltiples factores, pero cada una de ellas nos da información de nosotros mismos, y constituyen una reacción que tenemos frente a un estímulo.
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Según cuenta un viejo relato japonés, en cierta ocasión, un belicoso samurái desafió a un anciano maestro Zen a que le explicara los conceptos de cielo e infierno. Pero el monje replicó con desprecio:

“No eres más que un patán y ¡no puedo perder el tiempo con individuos como tú!”.

Herido en lo más profundo de su ser, el samurái se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó: Podría matarte por tu impertinencia”.

Eso, repudio el monje con calma, “es el infierno.”

Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el samurái se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección. 

“Y eso” añadió el monje, “es el cielo.”

El súbito despertar del samurái muestra la diferencia que existe entre quedar atrapado en un sentimiento y tomar conciencia de que uno es arrastrado por él.

Nuestras emociones básicas: miedo, alegría, tristeza, asco, enojo, sorpresa, pueden variar según múltiples factores, pero cada una de ellas nos da información de nosotros mismos. Constituyen una reacción que tenemos frente a un estímulo. Es decir, frente a los incentivos y el modo cómo abordemos el proceso, se presentarán, sin pedirnos permiso. Esta reacción no es ni buena ni mala, lo que es perfectible es cómo elegimos transitar esa emoción. En la medida que utilicemos esta información, mejor comprenderemos lo que nos pasa y enriqueceremos la relación con los demás. 

Las emociones no son algo abstracto, podemos visibilizar en el cuerpo cada una de ellas. Por ejemplo, cuando nos enojamos:

 – Aumenta la presión sanguínea, lo que con el tiempo puede provocar el deterioro de las arterias.

– Se eleva el pulso cardiaco y se genera taquicardia.

– Aumenta la producción de sustancias químicas como la adrenalina, lo  que altera el equilibrio natural del cuerpo.

– Se desequilibra el sistema inmunológico.

– Se provocan contracturas, dolores musculares y jaquecas.

– Se acelera la respiración, provocando que el corazón bombee con más intensidad.

– Aumenta el riesgo de padecer algunas enfermedades como gastritis, colitis y dermatitis.

La conciencia de uno mismo y aprovechar nuestras emociones aprendiendo de ellas nos permitirá obtener una mejor calidad de vida. Cuanto más me detengo para aprender de la información que me brinda la emoción, mejor será mi gestión y resolución de la situación. Por ejemplo, si me enojo permanentemente por llegar tarde, cuando no depende solamente de mí, soy yo quien debe lidiar con este malestar, los demás quizás vivencien de otra forma la misma situación, con diferente significado. Por lo tanto, puedo tratar de que cuando aparezca la reacción, ser consciente de que esto me pasa  a mi, debido al compromiso que representa llegar a horario. De esta manera, reconoceremos que el costo beneficio de vivir mi emoción como si fuera responsabilidad de todos, es muy alto. 

A continuación, les dejo una herramienta para tomar conciencia para lograr una buena gestión emocional. Se trata de un ejercicio individual que podemos hacer cuantas veces queramos. El tiempo aproximado es entre 5-10 minutos. Es importante leer, analizar y reflexionar una vez que hayamos finalizado la actividad. 

1- ¿CÓMO ME SIENTO?

2- ¿CÓMO ME QUIERO SENTIR?

3- ¿POR QUÉ ME SIENTO ASÍ?

4- ¿QUÉ PUEDO HACER PARA SENTIRME COMO ME QUIERO SENTIR?

Quedo a disposición para seguir enriqueciendo tu gestión emocional y autoconocimiento.

Wenceslao Gómez Caride

Coach y Consultor 

@oportunidadeswe

Referencias:

Goleman, D. (2000). La inteligencia emocional (B Argentina ed.).

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