
Neuquén: única provincia que capacita a enfermería para colocar implantes subdérmicos
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Comienza el año y la agenda se llena de eventos, proyectos, turnos médicos y encuentros de todo tipo: familiares, laborales, reuniones para recibir el año, juntadas pendientes, despedidas antes de las vacaciones, reencuentros tras un viaje, y la lista sigue. Entonces, otra vez, la agenda repleta de actividades sociales, como en diciembre. En el medio, un cuerpo y una mente exhaustos que se preguntan: ¿hasta cuándo hay energía para cumplir con todo?
No hay leyes universales ni es para todos igual. La batería social existe y varía según la personalidad de cada uno. Aunque no es un concepto científico, el término describe de forma informal la cantidad de energía que una persona tiene para socializar con los demás.
“La batería social baja es un término ´silvestre´, como decimos los psicólogos, y justamente indica poca voluntad de tener cierto tipo de eventos sociales. Hay personas que tienen esa baja tolerancia circunscrita a ciertas áreas de su vida, por ejemplo, encuentros de trabajo o de parientes donde no sienten una afinidad o que sea un encuentro que les ofrezca algo, entonces es más un desgaste, algo que te quita sangre, en vez de nutrirte o ser un espacio feliz”, asegura el psicólogo Miguel Espeche.
Esa diferenciación es fundamental. Para el especialista, “cuando hay situaciones que se cumplen por obligación, o uno va a un lugar solo para no quedar mal, a veces lo hace para evitar que algo peor ocurra. Entonces es entendible que no haya ganas, porque no es lo mismo ir a una reunión social por elección para encontrarse con gente que uno quiere que ir por compromiso”.
¿Hay que obligarse a salir?
“Empieza el verano y arranco a sufrir. Primero por las fiestas de fin de año y después porque con la excusa de los días lindos todos se quieren juntar. Amigos, familiares, ni hablar si arman un plan de fin de semana con pileta, que ya implica una jornada completa. Trabajo toda la semana y cuando tengo un rato libre, quiero descansar tranquila en mi casa”, explica Analía, una empleada de comercio de 47 años, quien asegura que de todos modos asiste a los eventos “por compromiso y para no pelear con nadie”.
Claudia coincide en su sentir, pero no en su accionar: ella es una rechazadora serial de salidas. Cuando sus compañeros de trabajo organizan alguna reunión o le toca almuerzo familiar con mesa larga, siente que le falta el aire. “Es algo físico que me pasa. Apenas me entero, ya empiezo a buscar excusas para faltar. Y si no directamente digo que no, sin demasiada explicación”, asegura la mujer de 50 años, que es profesora de inglés.
¿Es normal? ¿Hay que obligarse a salir si no tenemos ganas? “Hay que respetar el propio ritmo”, explica la psicóloga Beatriz Goldberg. “Hay algunos que hacen todo rápido sin cansarse y otros que necesitan más espacio. Simplemente, no vale la pena compararse ni ponerse varas muy altas. Tampoco se pueden planificar los 365 del año. Hay que dejarse un poquito de ocio creativo para uno mismo y sobre todo, espaciar el uso de las redes sociales, que nos insumen mucho tiempo y a veces, nos meten más presión”, aconseja la especialista.
Para Miguel Espeche no es malo sentirse así, por el contrario, es importante identificar y registrar las emociones y distintos sentimientos que nos atraviesan. “Es sano que uno reconozca que no tiene ganas de juntarse con gente, que a veces hay que hacerlo por obligación y esforzarse un poquito. El problema sería hacerlo siempre forzadamente y en ese caso, la batería social baja se convertiría en un indicador objetivo de lo que ese grupo nos ofrece”, explica el psicólogo.
En esos casos, recomienda, hay que tener un espectro de reuniones y de gente afín a uno lo más nutritiva posible como para sentir que recibimos algo lindo y no solamente que estamos donando gratis nuestro tiempo. La batería social es, entonces, un buen termómetro para revisar los vínculos que nos rodean.
Las mujeres, con menos ganas de sumarse a planes
Las mujeres son más propensas a sufrir el síndrome de Burn Out (popularmente conocido como “cabeza quemada”) y por ende, suelen tener menos batería social. Y esto tiene un motivo concreto, que la licenciada Goldberg detalla minuciosamente: “Las mujeres son multitasking, están en todos lados, tanto en la misa como en la procesión como se suele decir. Además, hay muchos hombres que todavía no están deconstruidos, por lo que mantienen un reparto de tareas tradicional y son ellas las que terminan cargando con todo, la casa, los hijos, las tareas de la escuela, etc. Se sobreexigen”.
Si bien el estrés y el agotamiento no distinguen género, se produce muy fuerte esa presión sobre las mujeres. “Entre los síntomas más frecuentes se encuentran frustración, cansancio excesivo, cefaleas, desánimo, falta de motivación, indiferencia, desapego, insomnio. Muchas incluso aumentan o bajan mucho de peso, y depende las características de cada una, hasta pueden sufrir desde temas gastrointestinales, cardiovasculares hasta diarrea y estreñimiento”, explica la psicóloga y asegura que por eso es necesario, en la medida de lo posible, salir de ese lugar: “Hay que cultivar el espíritu y buscar espacios de recreación”.
Falta de batería social vs. ansiedad social
Es fundamental poder diferenciar entre tener poca energía y sufrir ansiedad. Las personas con ansiedad social tienden a sentirse temerosas de la mirada del otro, por lo que cualquier encuentro se puede volver agotador. En cambio, las personas introvertidas pueden sentir que su energía social se agota porque necesitan momentos a solas para recargarse.
“Si uno vive toda una vida con batería social baja porque ya es medio ermitaño, podría haber algún tipo de depresión o angustia. O no, y podría ser que el temperamento de la persona no sea muy social y está bien, no hace falta vivir tan intensamente la vida social para ser una persona sana. Lo que sí sucede es que algunas de estas situaciones antisociales, por llamarlas de alguna manera, pueden encubrir algún tipo de situación depresiva o de tristeza”, aclara Espeche y entonces sería bueno “resetear la cabeza y sacar el mejor provecho de cada situación”.
Goldberg suma a ese punto, intentar mirar las situaciones desde otra óptica: “Es bueno evitar tener una mirada excesivamente negativa sobre las reuniones sociales porque a veces se trata solo de un prejuicio y lo que comienza como un encuentro obligatorio, si uno va con una mejor predisposición, puede resultar en lindas charlas, situaciones felices y alegres”.
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