
El sector sanitario consume alrededor de 15 millones de toneladas de plástico por año a nivel mundial. Es necesario repensar su uso y buscar alternativas sostenibles donde sea posible, sin comprometer la seguridad.
En los alimentos, el agua almacenada para las actividades cotidianas, incluso en el aire que respiramos en el interior de casas y lugares de trabajo, hay pequeñas piezas de plástico. Algunas son tan diminutas que no son perceptibles para el ojo humano; otras pueden alcanzar hasta cinco milímetros. Los microplásticos están en todas partes y esa ubicuidad hace que dañen el medioambiente y la salud de las personas.
Muchas veces los microplásticos se mueven en un círculo vicioso: se pegan a la piel cuando se desprenden de la ropa de poliéster, y cuando se lavan esas prendas también pasan al agua; luego las redes sanitarias los llevan hacia las fuentes de agua natural, donde la fauna marina los consume, y cuando se comen pescados y mariscos se vuelve a ingresar estas partículas pequeñísimas al cuerpo.
Desde comienzos del siglo XXI la biología marina estudia el impacto de los microplásticos en los océanos y el modo en que interfieren con el ecosistema, principalmente al ser una suerte de transporte para microbios que afectan luego a peces y algas. Pero más recientemente se ha puesto el foco en cómo estas pequeñas partículas dañan al cuerpo humano. Un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad Yonsei de Seúl probó que los microplásticos estimulan la liberación de disruptores endócrinos y afectan así al metabolismo; además transportan sustancias químicas tóxicas, como metales pesados y contaminantes orgánicos, que las personas absorben.
Los microplásticos provienen de muchas fuentes diferentes. Algunos salen de las llantas de los autos, los productos de limpieza del hogar o los cosméticos; también de la descomposición de plásticos de mayor tamaño, como las botellas de agua y otros envases que se emplean todos los días, por su exposición a factores ambientales como la radiación solar. Los procesos industriales también contribuyen a la creación de estas partículas. Sorprendentemente, ocho millones de toneladas terminan en los océanos cada año, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Los microplásticos, invitados recurrentes en los hogares
Uno de los principales orígenes de los microplásticos en las casas es la liberación de estas partículas a través del lavado de textiles. Las fibras sintéticas, como el poliéster, son una fuente importante de estos fragmentos, ya que se desprenden durante el proceso de lavado, de acuerdo con una investigación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambientes (UNEP). Este fenómeno resulta en la liberación de microfibras plásticas que luego se infiltran en los sistemas de agua. Este tipo de partículas son consideradas primarias y representan el 35% del total. El roce de los neumáticos y el asfalto produce otro 28% de esta contaminación.
Otra vía de ingreso de microplásticos en nuestros hogares es la contaminación del aire. Pequeñas partículas plásticas presentes en el aire terminan en los espacios interiores de viviendas y lugares de trabajo, donde se inhalan y se ingieren inadvertidamente, o se depositan en las superficies y los objetos. La exposición a ellos en interiores es una preocupación creciente, ya que las personas pasan allí la mayoría de su tiempo: los estudios sugieren que allí sucede el 90% de la exposición debido a los gases de efecto invernadero que provocan, según la UNEP.
La exposición a microplásticos va más allá de la inhalación y la ingestión inadvertida. Los riesgos asociados con el calentamiento de alimentos en recipientes de plástico representan la mayor parte de la exposición a estas partículas. Cuando se usa el microondas para calentar comida en envases de plástico, estas partículas y varias sustancias químicas dañinas se liberan en los alimentos, según la escuela de Medicina de la Universidad de Washington, UW Medicine.
Algunas prácticas diarias pueden aumentar la propagación de microplásticos en los hogares. La limpieza de superficies con productos de limpieza abrasivos puede contribuir a la fragmentación de plásticos y, por lo tanto, a la liberación de estas partículas. El desgaste de muebles y objetos plastificados también agrega fragmentos de este tipo al ambiente.
¿Cómo reducir la presencia de microplásticos en el hogar?
Hay medidas que se pueden tomar para reducir el impacto de los microplásticos en los hogares y minimizar los riesgos asociados. Una opción es optar por materiales naturales en lugar de sintéticos para textiles y muebles, y elegir productos de limpieza menos abrasivos. Evitar calentar alimentos en envases de plástico es clave; usar contenedores de vidrio o cerámica también es una medida recomendada, según UW Medicine.
También importa evitar el uso de sartenes antiadherentes. Según un estudio del Centro Global de Rehabilitación Medioambiental (GCER) de la Universidad de Newcastle en Callaghan, Australia, el desgaste de las sartenes recubiertas de teflón, que se presenta como grietas en la superficie, es una fuente peligrosa: una sola puede liberar unas 9.100 partículas de plástico y, a microescala, 2,3 millones de microplásticos y nanoplásticos.
Entre las alternativas se cuentan las sartenes de hierro, emblemáticas de la tradición culinaria, aunque son pesadas y costosas. Las de acero inoxidable, conocidas por su neutralidad y durabilidad, incluyen variantes de acero quirúrgico resistente. Las sartenes de cerámica y de piedra ofrecen revestimientos antiadherentes naturales, sin componentes tóxicos.
En cuanto a los utensilios de cuidado personal, la opción más viable es elegir cepillos de dientes con cerdas naturales, hilo dental con cera de abeja, productos para el cabello sin silicona o derivados del petróleo. Por último, la ropa blanca recomendada es la de algodón orgánico.
El sector sanitario consume alrededor de 15 millones de toneladas de plástico por año a nivel mundial. Es necesario repensar su uso y buscar alternativas sostenibles donde sea posible, sin comprometer la seguridad.
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