El día que el paraíso de Villa La Angostura tembló

Región - Villa La Angostura 12 de abril de 2021 Por Redacción
La escritora Natalia Belenguer reunió en un libro testimonios de pobladores que vivieron el terremoto ocurrido en mayo de 1960 en la localidad vecina y que tuvo epicentro en Chile.
el paraiso temblo

El domingo 22 de mayo de 1960, pasados 11 minutos de las tres de la tarde, ocurrió el terremoto más devastador del siglo XX. El fenómeno tuvo epicentro en la ciudad chilena de Valdivia y se sintió fuerte en Villa La Angostura y Bariloche. El sismo produjo una serie de maremotos que alcanzó a varias localidades a lo largo del océano Pacífico, un lagomoto en el lago Nahuel Huapi, que se llevó el muelle del puerto San Carlos y erupciones volcánicas como la del complejo volcánico Puyehue-Cordón Caulle, ubicado en línea recta a 40 kilómetros de Villa La Angostura, el mismo que entró en erupción el 4 de junio de 2011 cubriendo de cenizas a esta localidad y zonas aledañas.

Las consecuencias de esta catástrofe que dejó miles de muertos y más de 2 millones de damnificados, quedó marcada en la memoria de los habitantes de Villa La Angostura y Bariloche. Cuando en el año 2000, la docente y escritora Natalia Belenguer, se instaló en la localidad cordillerana sintió que había llegado al paraíso. Pero ese paraíso comenzó a resquebrajarse cuando comenzó a escuchar las historias de los pobladores más antiguos que fueron testigos y sufrieron aquel fenómeno.

“Yo venía de Bahía Blanca y cuando llegué a Villa La Angostura quedé maravillada por el paisaje geográfico”, cuenta esta mujer nacida en aquella ciudad de la provincia de Buenos Aires en 1969. Al poco tiempo de su radicación, se acercó a la Biblioteca Popular Osvaldo Bayer donde se había conformado un grupo de investigación de historia oral y comenzó a participar de las entrevistas a pobladores de la región. En una de esas conversaciones escuchó por primera vez sobre el terremoto de Valdivia.

En 2005 puso en marcha el proyecto de recoger los testimonios de los pobladores que fueron testigos del hecho. “Era una historia que estaba en boca de todos, me interesó juntar esos testimonios, que quedara registro de lo que vivieron estas personas, porque uno puede leer las noticias pero que lo cuenten en primera persona me parecía muy valioso”, explica.

El acontecimiento no tuvo el carácter de tragedia en la zona a diferencia de lo que ocurrió en Chile; sin embargo, como bien explica la autora, “esa tensión entre lo paradisíaco y un temblor que movía montañas y ponía a rezar a la gente porque pensaban en el fin del mundo, me pareció muy interesante para dejar registro”.

Pasado el tiempo, Natalia revive aquellas charlas con los pobladores que le abrieron sus recuerdos como así también sus miedos ante lo que estaban viviendo. “En el recuerdo había mucha intensidad y emoción. Recordaban donde estaban cuando ocurrió, revivieron con detalles esos momentos”, agrega. Las entrevistas fueron filmadas con el objetivo de realizar un documental que pudo proyectar en 2007.

Unos años después decidió volcar esos más de treinta testimonios grabados en el libro “El paraíso tembló”, publicado el año pasado por la editorial La Grieta de San Martín de los Andes.

En la contratapa del libro, el poeta y profesor bahiense Sergio Raimondi escribió que “en vez de sismógrafo, Natalia usó su oreja y pudo reconocer así que la memoria de unos minutos puede durar décadas; también que los movimientos de la tierra repercuten en la lengua”.

Uno de los testimonios recogidos por Natalia Belenguer en el libro El paraíso tembló es el de Juan Carlos Quintriqueo quien en el momento del terremoto estaba jugando al fútbol:

“Estábamos jugando al fútbol ese día. Habíamos cuatro o cinco muchachos cuando nos tiramos a descansar un ratito, sentimos un movimiento de repente. Y bueno cuando sentimos ese movimiento uno de los muchachos dice ‘Che, vámonos porque esto va a ser más grande’, pero así por joder. Nunca pensamos que iba a ser tan fuerte. Cada uno se fue para su casa. Yo me vine para acá, vivía en el centro y los otros se fueron a sus casas. Mañana nos vemos sí, bueno. ¡Ni sabíamos si íbamos a estar vivos al otro día!, con la que pasó... Cuando yo venía por acá, por al frente de la placita. Ahí no estaba la plaza en ese tiempo. El camino pasaba de largo, para abajo. La que agarra para Arrayanes. Esa era una calle no había, no había plaza, seguía derecho para abajo. Cuando voy en esa bajada, en la mitad de la bajada, veo que la gente salía a la calle, al centro de la calle y las mujeres llorando. Y estaba un tal Brondo, era el encargado del Automóvil Club y le dice a la señora ‘No, no llores si no va a pasar nada’. Pero yo no me daba cuenta lo que pasaba. Cuando ya vi los palos que se sacudían y se tiraban los cables, y por ahí ya, pegué un... yo tambaleé también, porque era fuerte. Entonces ¡qué cuando me di cuenta que era un terremoto! ¿Qué es lo que pensé?, intenté llegar a mi casa. Lo único que uno piensa es en llegar a su casa”.

Fuente: La Mañana Neuquén

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